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La salida de las grandes ciudades a pueblos, algo positivo para combatir la pandemia

Los límites de realidad y ficción se han desdibujado desde la pandemia de coronavirus. Durante estos meses, hemos visto y hemos protagonizado imágenes que bien podrían estar sacadas de cualquier película postapocalíptica. Aún nos choca ver cómo durante los meses del confinamiento las ciudades se quedaron vacías. Porque la ciudad es dinamicidad constante, es modernidad y modernización, la contemporaneidad más absoluta. Es el presente, y algo de futuro. Porque la ciudad es la promesa de nuevas oportunidades. Pero ahora, las circunstancias han cambiado, y las ciudades podrían convertirse en el pasado.

Hace unas semanas, antes del cierre de París provocado por la segunda ola de contagios, cientos de coches se amontonaban en la carretera con la intención de abandonar la capital francesa. El nuevo paradigma marcado por la situación epidemiológica podría inducir un deseo migratorio hacia un exilio rural. Lejos del mundanal ruido y, sobre todo, lejos del virus –y de los pisos pequeños donde muchos se vieron obligados a pasar los meses de confinamiento–.

El éxodo de las capitales en plena pandemia podría ser mejor idea de lo que parece. Foto: Getty.
El éxodo de las capitales en plena pandemia podría ser mejor idea de lo que parece. Foto: Getty.

En abril, las búsquedas de fincas rústicas se incrementaron un 46% desde enero, según datos del portal Fotocasa. Un estudio llevado a cabo por la inmobiliaria Servihabitat también indica que los aumentos más pronunciados en búsquedas de hogar se sitúan fuera de los grandes centros urbanos.

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Este planteamiento, un éxodo rural a la inversa, podría ser la solución para relajar la presión epidemiológica. A partir de esta hipótesis, dos investigares han realizado una simulación que trata de refutar la idea del cierre de fronteras como medida preventiva. Publicado en Chaos, por AIP Publishing, este nuevo estudio analiza hasta qué punto son efectivas las limitaciones de la movilidad a la hora de evitar que se propague la Covid-19.

Despejar las grandes ciudades y su impacto

Según este estudio, en vez de encerrar a muchas personas en un mismo sitio, descargar las ciudades sería buena idea. El principal problema es que existen muchas variables a tener en cuenta y el modelo utilizado por los investigadores está demasiado simplificado. Aún así, analizar sus conclusiones podría ser interesante. Y es que el resultado del estudio es claro: la propagación de enfermedades fue menor.

"Los resultados mostraron que, si bien el movimiento de las grandes ciudades a los pueblos pequeños podría ser un poco menos seguro para las personas en los pueblos pequeños, en general, para una situación de pandemia global, esta reducción en la densidad de áreas densamente pobladas es mejor para la mayoría de las personas", explican en un comunicado de prensa.

La densidad de población ha disparado el crecimiento del número de contagios durante el primer brote de coronavirus de principios de año. Cuanta más gente, más sitios abarrotados y más gente contagiada. La ecuación es sencilla.

Puede que este estudio no sea la solución definitiva para este momento en concreto, pero la idea de aliviar las ciudades podría ser bastante prometedora para el futuro.

El movimiento migratorio proveniente de los centros urbanos podría extenderse durante los próximos años. Y es que esta situación puede haber hecho que muchos se replanteen sus prioridades. Si se instaura el teletrabajo, volver a los lugares que tradicionalmente estaban siendo abandonados, podría ser la elección más sostenible para el medioambiente. Además de prometer un modo de vida más tranquilo y sosegado. Al final, la pandemia de coronavirus es un problema a corto plazo, pero surgen muchos retos ecológicos si ponemos la mirada en un periodo de temporal más lejano.

Podríamos vivir un “renacimiento rural” que pondría fin a décadas de desertificación. La pandemia puede ser el principio.

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