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La desesperación por volver a marcar agenda cunde en Vox

El líder de Vox, Santiago Abascal.
El líder de Vox, Santiago Abascal. (AP Photo/Manu Fernandez)

Corría el 11 de mayo cuando Vox solicitó formalmente al Congreso de los Diputados que declarara hábiles los meses de julio y agosto. Una buena iniciativa para terminar con uno de los privilegios de sus señorías, el de las vacaciones tamaño XL ya que a las de agosto hay que sumar las Navidad que, depende del año, suelen durar otro mes o mes y medio. Sin embargo, viendo rechazada su petición, Vox ha decidido hacer lo propio cogiéndose agosto de vacaciones como bien se lo recordó con sorna el presidente del Gobierno a finales de julio cuando la ultraderecha anunció una moción de censura en su contra pero que no presentarían hasta septiembre.

Y al final, tantas vacaciones le van a pasar factura a Vox. Que ve que va a sumar un mes en blanco mientras pierde fuelle en la política nacional. Porque la única foto de Abascal este mes ha sido la que se hizo puro en boca antes de acudir a una corrida de toros en la que a duras penas se cumplió con el distanciamiento social requerido.

Así es. Desde junio, con 'la revuelta de los cayetanos', no han vuelto a tener algo de protagonismo. Y ni siquiera aquello fue para tanto. Trataron de sacar rédito a las protestas que durante dos semanas se repitieron en el barrio con mayor renta per cápita de Madrid en contra de las políticas del Gobierno. Pero pincharon, porque los 'cayetanos' simplemente querían recuperar la movilidad para ir jugar al golf a las afueras de Madrid y otros menesteres similares. Y todo quedó en nada en cuanto pudieron desempolvar su juego de palos.

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Después anunciaron la mencionada moción de censura para la que prometieron encontrar un candidato de consenso que atrajera los apoyos de señorías de PP y Ciudadanos, entre otros. Y el fracaso ha sido tan grande que no solo no hay debate político acerca de la idoneidad de la moción, sino que el elegido para tamaña iniciativa será el propio Santiago Abascal ante la incapacidad de seducir a otro candidato.

Ni siquiera la campaña de acoso en su domicilio al vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, y a la ministra Irene Montero que lideran sus concejales en Galapagar parece que les vaya a dar más réditos políticos ahora que las concentraciones ya han derivado en acciones violentas de las que la formación de ultraderecha intentará desmarcarse.

Un fracaso similar al que obtuvieron cuando plantearon cambiar la ley para permitir la tenencia de armas. O como cuando hace apenas 6 meses intentaron reabrir la teoría de la conspiración sobre la autoría de los atentados del 11-M.

Así que en Vox andan desesperados en busca de algo con lo que marcar la agenda política a la vuelta del curso. Tan es así que están improvisando para ver si algo surte efecto. Y en esas ha salido la diputada nacional, Rocío Meer, quien en su intento por pescar apoyos entre las clases más vulnerables de los barrios más deprimidos económica y socialmente, se le ha escapado decir lo que en realidad piensa de ellos. Que los barrios obreros "son estercoleros multiculturales".

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