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Build for rent: ¿Hasta dónde puede llegar la nueva tendencia en alquileres?

El concepto build for rent también busca que haya un sentimiento de comunidad.
El concepto build for rent también busca que haya un sentimiento de comunidad.

Desde hace unos años, la especulación del ladrillo está tomando un nuevo rumbo gracias al concepto build to rent: construir para alquilar. En este modelo de negocio, grandes inversores adquieren edificios y terrenos con el fin de construir viviendas residenciales para arrendadas. Buscan una rentabilidad, a largo plazo, sobre el capital invertido, y llenan el hueco de un mercado en el que hay más demanda que oferta.

Esta profesionalización de las viviendas de alquiler proliferan en Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania o Francia, donde grandes fondos de inversión decidieron apostar hace años por este modelo como alternativa a la decreciente oferta de particulares. En España, el impulso viene de la mano de fondos nacionales e internacionales como Ares y Hines o M&G; promotoras como Azora, Neinor, Realia, Grupo Lar o Áurea Homes y consultoras inmobiliarias como CBRE, Colliers y Savills Aguirre Newman. Éstas y decenas de otras compañías han sabido leer los entresijos de una España en la que las viviendas en propiedad son una realidad a la que cada vez menos ciudadanos tienen acceso.

Las crisis económicas de los últimos años (2008 y 2020) han golpeado a una población con dificultades para acceder a un mercado laboral de sueldos bajos. Se compran menos casas y apartamentos porque afrontar el 20 por ciento del precio de la vivienda por anticipado es un imposible para millones de personas; porque aún sobrevuela en la memoria cómo el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ahogó a familias enteras, incapaces de pagar hipotecas sobre viviendas a la postre devaluadas; se adquieren menos apartamentos porque la incertidumbre es enorme, porque, aunque se lo puedan permitir, las prioridades son otras para las nuevas generaciones que prefieren la libertad de vivir en diferentes lugares al compromiso de una hipoteca.

Alemania es uno de los países que más apuestan por el build for rent. (Getty Images)
Alemania es uno de los países que más apuestan por el build for rent. (Getty Images)

Se alquila más de lo que se compra y a los inversores y gestores se le hacen la boca agua. Si en 2019 se invirtieron 1.500 millones de euros, en 2020 se han llegado a los 2.000 millones. Esta profesionalización de los alquileres - que en España es aún baja (5 por ciento) en comparación con otros países (que superan el 50 por ciento)- está apostando por la creación de complejos o parques específicamente ideados para atraer a futuros inquilinos. Los inversores no sólo venden precios competitivos que sirven para equilibrar la balanza con respecto al mercado de particulares, también ofrecen servicios y comodidades que mejoran la experiencia de los arrendatarios. Piscinas comunitarias, gimnasios, parques para niños, zonas comunes privilegiadas, barbacoas, servicio de seguridad y hasta bares y restaurantes. Básicamente, el reclamo para este tipo de viviendas es el de más por menos en ubicaciones atractivas. Para aquellos que optan por este modelo de alquiler, las cuentas le salen a fin de mes, ya que hay comodidades que están incluidas en la renta y no se pagan aparte.

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A pesar de que el build to rent lleva creciendo varios años, se están dando los primeros pasos de una tendencia al alza cuyo límite aún está por ver: ¿Hacia dónde llegará este modelo? ¿Cómo acabará afectando a los propietarios particulares? ¿Serán sus viviendas engullidas por estos proyectos residenciales? ¿Se convertirán los inquilinos en un producto? ¿Se apuntarán a la fiebre inversora gigantes tecnológicos? ¿Estaremos ante los pioneros en el respeto medioambiental? ¿Acabarán los Gobiernos regularizando este tipo de iniciativas?

Si bien este modelo ofrece muchas comodidades para los inquilinos y rentabilidad a los inversores, se pueden dar escenarios probables no tan halagüeños. En la actualidad, sobre todo en EE.UU., las compañías que están detrás del build to rent invierten tiempo y dinero en “mejorar” la experiencia de los arrendatarios, sin embargo, sus férreos sistemas de recolección de renta pueden suponer un problema. Pagar el alquiler tan solo tres días tarde puede acarrear multas desproporcionadas. Hay casos que han llegado a los tribunales en los que las deudas se acumulan sin notificaciones a los inquilinos. A esto se le suman los intereses que acaban engordando unas cifras imposibles de asumir para muchas personas. El yerno de Donald Trump, Jared Kushner, y su familia llevan años dedicados a este negocio y su reputación es cuestionable ya que han sido acusados de abusar de sus inquilinos, sobre los que han ejercido una enorme presión.

El yerno de Donald Trump y consultor en su Gobierno, Jared Kuchner (Getty Images)
El yerno de Donald Trump y consultor en su Gobierno, Jared Kuchner (Getty Images)

Es posible que si la tendencia al alza continúa, estos macro proyectos acaben engullendo a los propietarios particulares y la competitividad -tan beneficiosa para los precios, tal y como señalan los inversores en la actualidad-, no lo sea tanto en el futuro. Podríamos estar hablando de grandes monopolios del alquiler que harán que los beneficios se repartan entre unos pocos y ya no tenga sentido el que personas físicas inviertan en propiedades. El precio de las viviendas que no forman parte de estos complejos residenciales en las grandes ciudades podrían perder su valor.

Hoy en día, es normal que las empresas ramifiquen su negocio en diversos ámbitos. Hay casos sonados como los de Red Bull (que de bebida energética amplió su estrategia a los deportes de alto riesgo), o Amazon (que de comenzar como servicio de venta online, pasó a albergar contenido audiovisual con Amazon Prime Video). Facebook, Google y un largo etcétera de compañías nacidas en Silicon Valley aúnan un sentimiento común: el crecimiento y la diversidad en la oferta. ¿Sería descabellado ser testigos de su avance al sector inmobiliario?

La creciente obsesión por las nuevas tecnologías como herramientas para facilitar nuestras vidas está instalada en nuestros hogares y cada vez habrá sistemas más avanzados de casas inteligentes. Quizás, en un futuro, estos avances formen parte del negocio build for rent de manera directa (como inversores) o indirecta (como proveedores) y este tipo de experiencias se podrían convertir en uno de los reclamos: reconocimiento facial, actividades de realidad virtual, cámaras, pérdida de la intimidad… ¿Y si lo que se vende a terceros no son nuestros hábitos de consumo sino nuestras vidas en el sentido más estricto? ¿Y si nos hacen sentir libres y especiales por residir donde creemos que queremos vivir mientras en realidad estamos alienados y a merced de grandes corporaciones? ¿Sería posible que a través de las redes sociales nos lleguen a crear la necesidad de querer vivir en estos complejos?

Esta distopía no es más que un juego, un imaginar hasta dónde puede llegar un modelo de alquiler que en algunos países es agresivo y que podría convertirse en un estilo de vida para sus residentes.

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