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Los peligros para todos que entraña el Brexit

La ruptura es un hecho, ahora solo vale saber el cómo y el cuándo. Foto: Getty Image.
La ruptura es un hecho, ahora solo vale saber el cómo y el cuándo. Foto: Getty Image.

Cómo será la salida de la Unión Europea es el tema clave británico en estos momentos. En realidad, eso fue lo que desgastó hasta la caída a Theresa May. Parece lógico que sea la solución al Brexit lo que haya dado la victoria a su sucesor. Pero, por lo que el transcurso de los meses nos van enseñando, esa solución ya no consiste en inventar una manera de deshacer lo votado. Ahora se trata de minimizar el daño, alcanzar un Brexit blando frente a un Brexit duro.

La diferencia básica entre ambos es que, en el primer caso, la separación sería de un día para otro y, en el segundo caso, el Reino Unido tendría un estatus especial en algunas cuestiones medulares y, además, para otras cuestiones habría un período de transición. Es como arrancar de cuajo algo frente a hacerlo suavemente. La decisión depende de lo que ese “algo” sea.

Es un error plantearse la salida del Reino Unido como un juego de ganadores y perdedores. Todos ganamos o perdemos en función de nuestra adaptabilidad y nuestra resiliencia. No hay duda de que va a ser un cambio radical. Pero ¿será favorable o perjudicial para los miembros de la Unión Europea, incluidos aquellos que están en lista de espera? ¿Las empresas británicas o españolas dentro de quince años estarán mejor o peor que hoy? No se sabe. Nadie puede predecirlo. Lo más probable es que algunas empresas perezcan y otras sepan aprovechar la ola.

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El que se haya aceptado la moratoria hasta octubre permite ir descontando los efectos negativos, ir tomando medidas, poniendo almohadas alrededor para que cuando llegue el día, el shock sea mínimo. A pesar de ello, la economía no es la “ciencia de la bola de cristal” y habrá sorpresas.

La incertidumbre, siempre la incertidumbre

Desde el punto de vista institucional, la partida del Reino Unido desbarata el equilibrio de poder y también presupuestario de la Unión. Y cabe preguntarse si la reacción de la UE poniendo difícil la posibilidad de un Brexit menos duro es una respuesta al daño infligido o si se trata, como dicen, de que el Reino Unido no tiene claro qué quiere. Y eso sí es muy peligroso. Porque lo importante es minimizar la incertidumbre.

Asumamos ya qué camino tomamos, el duro o el menos duro, para empezar a adaptarnos a la transición y llegar, de la mejor manera posible, al nuevo equilibrio. Ese nuevo equilibrio en el que no solamente se tirarán por la borda proyectos actuales, sino que también habrá emprendedores de nuevos proyectos. Normalmente, los favorecidos serán aquellos capaces de abandonar la nostalgia de lo que fue, de lo que podría haber sido, y de abrazar el cambio, por doloroso que sea.

Personas en contra del  Brexit protestan en Londres. Foto: Dinendra Haria/SOPA Images/LightRocket via Getty Images.
Personas en contra del Brexit protestan en Londres. Foto: Dinendra Haria/SOPA Images/LightRocket via Getty Images.

Tal vez haya otros países interesados en marcharse, que traten de seguir los pasos del Reino Unido. Dejemos que salgan. Pero, al mismo tiempo, sostengamos una mirada crítica hacia nuestra trinchera. Replanteemos qué falta o qué sobra, si son más los países incomodados por las normativas y el desempeño de las instituciones europeas, si hay algo que cambiar.

Todo ha cambiado

Las circunstancias que vivía Europa desde la creación de la CEE hasta nuestros días no son ni parecidas. El futuro se presenta preñado de retos que no sabemos cómo afrontar, algunos por parálisis política, otros por su naturaleza disruptiva. Desde el problema de la inmigración y los refugiados, pasando por la transformación digital, hasta el fenómeno de la nueva política, con un espíritu mucho más superficial, con líderes que se aproximan más al “influencer” que al estadista.

Los jóvenes europeos heredan, además, un nacionalismo emergente, el viejo tema, revestido de nuevos ropajes y nutrido por sangre joven e ignorante. Es tan peligroso como suena. ¿Es la Unión Europea el estandarte que pueda frenar esta ola de radicalismo espurio pero dañino?

Eso es lo que creo que la Unión Europea debe demostrar. Si aparece como la trinchera común de los demócratas liberales, capaz de desarrollar una economía libre, para que, además de crecer sea sostenible en el tiempo, entonces hay una luz al final del túnel. Pero si se convierte en el ring en el que se dirimen las luchas de poder locales de cada país, como muchas veces sucede, entonces creo que el futuro se tornaría mucho más sombrío.

Permaneceríamos en la UE aquellos miembros que, como España, no fuera capaz de elegir políticos responsables, dispuestos a aplicar políticas económicas sensatas. Los peores de la clase. Esa Unión Europea no es deseable ni sostenible. Por eso es importante observar la pauta de comportamiento de unos y otros en la salida del Reino Unido, para ver qué podemos esperar.

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