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Bagdad, militarizada y vacía por la visita del Papa: “Todos lo siguen por TV”

El Papa, en Bagdad, al dejar la catedral en la que se reunió con obispos locales
Andrew Medichini

BAGDAD.- Después de haberle dicho “basta” a la violencia, los extremismos, las facciones y las intolerancias, así como a los “intereses externos que son indiferentes a la población local”, un clara referencia a las fuerzas extranjeras aún presentes en Irak, el papa Francisco fue a la catedral siro católica de Bagdad, un lugar símbolo del martirio de la minoría cristiana.

Se trata de una de las más grandes iglesias de esta capital, que fue víctima de un atroz atentado terrorista el domingo 31 de octubre de 2010. Entonces, en plena misa, murieron 48 personas -dos sacerdotes, familias enteras, niños, una mujer embarazada de un mes- en una de las masacres más sangrientas sufridas por la diezmada minoría cristina.

Francisco en Irak: cómo fue el viaje a bordo del avión papal

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“Nos hemos reunido en esta Catedral de Nuestra Señora de la Salvación, bendecidos por la sangre de nuestros hermanos y hermanas que aquí han pagado el precio extremo de su fidelidad al Señor y a su Iglesia”, dijo el Papa, que recorrió una iglesia que debió ser restaurada y reconsagrada, donde todo, como por ejemplo una línea de mármol, evoca la sangre que allí se derramó. “Que el recuerdo de su sacrificio nos inspire para renovar nuestra confianza en la fuerza de la Cruz y de su mensaje salvífico de perdón, reconciliación y resurrección”, dijo el Papa, que recordó el proceso de beatificación de 48 mártires de este atentado.

Fuerzas de seguridad, desplegadas por Bagdad por la visita del Papa
Andrew Medichini


Fuerzas de seguridad, desplegadas por Bagdad por la visita del Papa (Andrew Medichini/)

Acto seguido aprovechó para destacar, también, que su muerte “nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”. “Y quiero también recordar a todas las víctimas de la violencia y las persecuciones, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa”, agregó, demostrando, una vez más que viajó no sólo para darle consuelo a la minoría cristiana, sino a toda una población, desgarrada en los últimos años por violencia sectaria y la brutalidad extremista del grupo fundamentalista Estado Islámico (EI), que de 2014 a 2017 ocupó dos tercios de Irak.

“Mañana, en Ur, encontraré a los líderes de las tradiciones religiosas presentes en este país, para proclamar una vez más nuestra convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios”, adelantó también el Papa.

La esperanza por la vacuna

En un Irak en plena pandemia y en cuarentena por un repunte de casos que en un momento hasta puso en duda este viaje, el primero de un pontífice a esta tierra de mayoría musulmana chiita, Francisco usó antes un léxico propio de esta nueva era del Covid. “Sabemos qué fácil es contagiarnos del virus del desaliento que a menudo parece difundirse a nuestro alrededor. Sin embargo, el Señor nos ha dado una vacuna eficaz contra este terrible virus, que es la esperanza”, dijo. Francisco, que al llegar fue aclamado por el clero local y habló en italiano, recordó las dificultades que forman parte de la experiencia cotidiana de los fieles iraquíes.

En las últimas décadas, ustedes han tenido que afrontar las consecuencias de la guerra y de las persecuciones, la fragilidad de las infraestructuras básicas y la lucha continua por la seguridad económica y personal, que a menudo ha llevado a desplazamientos internos y a la migración de muchos, también de cristianos, hacia otras partes del mundo”, dijo. Aludió así al éxodo de miles de cristianos, que de ser más de cuatro millones en 1947, hoy son menos de 400.000. Y agradeció a los obispos y sacerdotes que nunca abandonaron a su grey, a quienes llamó a ser cercanos a su gente.

Fue el último acto del Papa en su primer día en Bagdad, ciudad que, debido a la cuarentena impuesta por la epidemia, parecía en guerra. Vestida de fiesta y embanderada para recibir al huésped ilustre, con banderitas del Vaticano e iraquíes, posters que daban la bienvenida a Francisco “a la mesopotamia” y carteles que hablaban de hermandad y paz, pero, en verdad, pertrechada como si estuviera en pleno conflicto bélico.

Tanques, tanquetas, camiones repletos de militares con metralletas, helicópteros, drones, jeeps con militares, policías, se imponían en una ciudad de casi 10 millones de habitantes, impresionantemente vacía. Con sus habitantes, siendo viernes, un día feriado para los musulmanes y con toque de queda total, encerrados en casa y pegados a sus televisores para ver al “Baba”.

“Todos, musulmanes, cristianos, todos están siguiendo a Su Santidad por televisión”, dijo a LA NACION Halkawt Al Chalabi, del comité organizador de la parte de prensa de la visita papal. “Este es el evento más importante en mil años. Créame -explicó-, nosotros hemos sufrido mucho en los últimos años: invasión, anarquía, luego la brutalidad de EI... Estábamos totalmente aislados en Irak. Y la llegada del Papa abre las fronteras, con un mensaje de paz que no es sólo para nosotros, sino para toda la región”.