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La ridícula clave que protegía al mundo del Apocalipsis

Si fueras el presidente de los Estados Unidos, y tuvieras que escoger la contraseña que separa al mundo del Apocalipsis nuclear... ¿Qué clave elegirías?

Seguro que tu respuesta es una compleja serie de números y letras mayúsculas y minúsculas, con símbolos y en cirílico. O el nombre de tu primer gato o de tu abuela.

Sea cual sea el que elijas, seguro que es 300 veces más seguro que la contraseña real que durante décadas tuvo el famoso botón rojo que lanzaba los misiles nucleares estadounidenses.

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Durante 20 años “00000000” fue el código elegido por el Gobierno de EEUU y los militares para activar la hecatombe atómica. El hallazgo se lo debemos a Steven M. Bellovin, profesor de la Universidad de Columbia, que ha descubierto un informe escrito por el Doctor Bruce G. Blair, un antiguo oficial de las Fuerzas Aéreas de EE.UU. que trabajó en un silo nuclear.

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Los códigos se eligieron poco después de la crisis chipriota de 1963, cuando los turcos uy los griegos estuvieron a punto de empezar una guerra. Este código fue entregado al presidente de EE.UU. para utilizar las armas en caso de que fuera necesario.

En teoría, este código era simbólico, porque existía otro, más difícil de adivinar porque cambiaba continuamente, que abría la célebre maleta nuclear que los presidentes de la mayor potencia de occidente siempre llevaban consigo en la época de la Guerra Fría.

Al borde del Apocalipsis, dos veces

Todo el mundo recuerda el episodio de los misiles rusos en Cuba como el mayor momento de tensión entre EEUU y la URSS, y por lo tanto como el momento en el que más cerca hemos estado de desaparecer entre fuegos atómicos. Pero nada más lejos de la realidad.

Según revela el periodista de investigación Eric Schlosser, en 1961 un avión B-52 que portaba cuatro bombas de hidrógeno tuvo un problema técnico y dejó caer dos bombas H sobre el norte de California. Una de ellas cayó sin haberse activado, pero otra se activo sola. Lo único que evitó que explotara fue un conector de baja potencia, curiosamente el menos sofisticado de los sistemas de seguridad con los que contaba el explosivo.

En 1995, cuando parecía que la Guerra Fría era cosa del pasado, un misil noruego lanzado en unas maniobras no comunicadas al resto de países del entorno, entró en el espacio aéreo ruso. Los militares avisaron al aquel entonces presidente Boris Yeltsin del incidente, y le pusieron delante de las narices el famoso maletín nuclear.

Yeltsin llegó a abrirlo y a poner su dedo sobre el botón rojo. De haberlo pulsado, una ingente cantidad de misiles habrían llovido sobre occidente. Pero gracias a dios no lo hizo, y el misil noruego salió del espacio aéreo ruso y cayó en el polo norte -como estaba previsto- sin explotar, ya que no contenía ningún explosivo.