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Cómo los auriculares lo cambiaron todo

Si estás leyendo este artículo en el trabajo, si levantas tu mirada del ordenador, verás que muchos de tus compañeros llevan cascos. Lo mismo si te encuentras en el transporte público. O también en el gimnasio o en la biblioteca o mientras hacen ejercicio en el parque.

Todo el mundo usa auriculares para 'endulzar' cualquier tipo de experiencia. La música nos ayuda a concentrarnos, a olvidar cualquier tipo de distractor, a alegrarnos, a consolarnos y a evadirnos. Pero los auriculares son una parte fundamental para que la experiencia de escuchar música sea realmente placentera. Con ellos podemos controlar absolutamente el espacio en el que va a sonar lo que queremos y nos aíslan en una burbuja que algunos verán como un acto de auto-marginación y otros, como en un mini paraíso alejado de los demás.

[Te puede interesar: ¿Cuál fue el primer tuit de la historia?]

La historia de los auriculares se inicia en 1910, cuando la División de Radio de la Marina estadounidense recibe una carta de un hombre de Salt Lake City en la que que afirma haber creado un revolucionario invento que se coloca encima de la cabeza y que es capaz de hacer 'eso mismo que hace el invento de Edison'. El autor de la misiva, Nathaniel Baldwin, se refería a la 'mágica' transformación de las señales eléctricas en sonido que había conseguido el que seguramente sea el mayor inventor de la Historia.

Los militares pidieron a Baldwin una prueba y se quedaron maravillados con la efectividad y la comodidad de su artefacto, tanto que adoptaron su uso, que se hizo muy popular durante la Primera Guerra Mundial. Los primeros en usarlos destacaron que conseguía crear un espacio totalmente individual de sonido, sin molestar a los demás y sin que el ruido exterior distorsionara lo que suena.

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En 1958, este invento llegó al gran público de la mano de John C. Koss, el inventor de los primeros cascos pensados para ser utilizados en casa con fines recreativos. Los norteamericanos empezaron a usarlos en casa para no molestar a sus familias con el atronador sonido que eran capaces de conseguir los cada vez más potentes sistemas de alta fidelidad. El rock y el pop, estilos más ruidosos y más díficiles de digerir de primeras que la música clásica (y por tanto, más molestos para los demás), también ayudaron a su popularización: quien quisiera escucharlos en un hogar, debería ponerse cascos para no incordiar.

A finales de los años 70, los auriculares dieron un paso de gigante gracias a la invención del Walkman. Este sistema de audio totalmente personal y portátil nació de la necesidad de Masura Ibuka, un ingeniero japonés que quería escuchar música mientras corría. En 1979 el Walkman llegó a las tiendas junto con sus auriculares y empezó una revolución que fue capaz de plantar unos auriculares en la cabeza de prácticamente todo el mundo, y que continuó el Discman y el iPod.

Ese mismo análisis es el que podríamos hacer todo un siglo después de su invención. La importancia de los 'cascos', como se les llama popularmente en España, en la historia de la música es fundamental. Si la radio consiguió que esta llegara a millones de hogares, Sony hizo que fuera portátil gracias al walkman, y la tecnología informática hizo que fuera cómoda y a la vez abundante (con los reproductores MP3), los auriculares hicieron que la música fuera algo absolutamente personal e individual.