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Vendí mi negocio por 2.000 millones y ahora soy taxista de Uber

Quien diría que a los mandos de un coche se puede aprender tanto como para que un millonario reconocido decida cambiar su despacho por un asiento más o menos incómodo detrás del volante. El año pasado Paul English, uno de los cofundadores del sitio de reserva de viajes Kayak, comprado por el gigante mundial de los viajes Priceline en 1.800 millones de dólares en 2012, se percató de que el noventa por ciento de sus reuniones eran con gente del sector de tecnología o de entidades sin fines lucrativos. Una vida agradable pero demasiado aburrida, debió pensar, porque lo que más deseaba era ampliar su círculo.

Sin pensarlo dos veces, English decidió salir a conocer mundo y se apuntó como conductor de la red de transporte Uber. La noche que empezó su ‘servicio’ salía de una fiesta de disfraces e inició la jornada tal cual, consciente de que muchos de quienes le vieron se quedarían perplejos de ver a un tipo vestido de vampiro a los mandos de un Tesla.

La experiencia apenas duró un par de horas, el tiempo suficiente para darse cuenta de que le había gustado y repetiría. Ahora lleva pasajeros un par de horas a la semana y aprovecha para entablar conversación con ellos. Cuando alguno le pregunta por su vida, saca a colación que es ingeniero y con eso ya tiene ‘echado el anzuelo’ para iniciar el tipo de conversación que le apasiona: saber qué hacen los demás.

Y como los pasajeros suelen sentirse bastante desinhibidos a la hora de hablar con el chófer, las conversaciones suelen resultar de lo más enriquecedoras para este peculiar millonario metido a conductor anónimo por horas.

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El tiempo al volante no es sólo la afición de un tipo curioso. Paul English, como un chico bien mandado, lleva un cuaderno donde anota una frase sobre cada pasajero y hace acopio de ideas. Así, en la web de negocios Inc.com el propio millonario cuenta que una de las situaciones vividas más memorables que ha vivido como chófer fue con una niña china de 13 años que buscaba escuelas de secundaria en EEUU porque pensó que eso le ayudaría a entrar en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT). Cuando English le explicó que él era profesor a tiempo parcial en esa escuela, la niña se quedó tan perpleja que no supo qué decir.

[También de interés: De ‘nini‘ manitas a millonario con 20 años]

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Trabajar con Uber ha ayudado a este singular millonario a entender cómo se califica a los profesionales de la economía de servicios. La web de reserva de transporte privado usa un sistema de calificación donde los pasajeros valoran la atención recibida. Él consiguió una puntuación sorprendente 4,97 sobre 5. Lejos de la esperada satisfacción de este sobresaliente, llegados a este punto Paul English se pregunta: “¿Qué hice mal para que alguno de los pasajeros no me diera el 5?” Cuestión de matices.

Su más reciente proyecto se llama Lola y es una empresa ideada para que los agentes de viajes creen itinerarios para los consumidores y según su originalidad, calidad, complejidad y otros valores. Cada propuesta tendrá una valoración de entre uno y cinco puntos. La idea ya ha recaudado 19,7 millones de dólares entre los inversores y empezará a funcionar en las próximas semanas.

El mundo está lleno de millonarios excéntricos como el jeque árabe Hamad Bin Hamdan, que mandó construir su nombre en el suelo para que pudiera verse desde el espacio (las letras miden 1 kms. de altura y 3 kms. de longitud) o el empresario chino que edificó sobre una azotea una villa de casi mil metros, que afortunadamente fue declarada ilegal y demolida.

Lo edificante es encontrarse con personajes como Paul English que, volviendo a su Lola (tan castizo), dice: "Quiero que mis colaboradores sean competitivos y ponerles nota por su trabajo es una buena forma de conseguirlo.“ Para tomar nota.

IDNet Noticias