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Romeo y Julieta ya no podrán comer kebabs

Verona, el escenario de la historia de amor más famosa del mundo, la de Romeo y Julieta, ya no permitirá los establecimientos de comida calificada como “étnica”. Flavio Tosi, alcalde de esta ciudad al norte de Italia, ha afirmado que con esta medida pretenden proteger el patrimonio cultural que los distingue de otras regiones.

Dicha medida, que entraba en vigor el pasado 22 de febrero, “no permitirá abrir nuevos locales que produzcan y vendan comida cuya preparación pueda afectar al decoro de la ciudad. Con esta ordenanza no solo protegeremos el patrimonio cultural y arquitectónico del casco histórico, sino también la tradición y cultura de toda la región de Verona”, según palabras del propio alcalde al medio italiano Adnkronos.

[También de interés: Por qué el bocata y la pasta están acabando con el imperio de la hamburguesa en España]

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Los comerciantes afectados tachan de racista esta nueva normativa y defienden que el patrimonio de Verona no sufre a causa de introducir diversidad étnica. Diversidad que, por cierto, no parece afectar cuando se trata de hamburgueserías y cadenas de renombre.

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En el año 2015, con motivo del boom que vivió este tipo de locales, se llevó a cabo un estudio donde se plasma la proporción de restaurantes étnicos en Italia por habitantes. Veneto, región a la que pertenece Verona, se sitúa séptima en el ránking, con una relación de, alrededor de 3300 personas por local. Estos datos no parecen amenazar las pizzerías, heladerías y cafeterías de esta ciudad.

La medida no ha tardado en llegar a ciudades vecinas como Venecia, donde las autoridades dicen estar planteándose prohibiciones similares, incluso en el sector del souvenir “Algunas de estas baratijas, sobre todo cuando no sabemos dónde están hechas, difícilmente se relacionan con la ciudad. Son cosas que no tienen nada que ver con nuestra historia”, dice Luigi Brugnaro, alcalde de Venecia a The Daily Telegraph, quien además se queja de cómo estos productos contribuyen a una “disneyficación” de la eterna ciudad de los canales y las góndolas.

Resulta cuando menos paradójico que medidas de este tipo se lleven a cabo en Italia, país exportador por excelencia de gastronomía y cultura. Al parecer, no importa mucho el patrimonio histórico cuando se trata del de otros países. Si hablamos del propio, cabe recordar que es imposible no encontrarnos un “ristorante” donde comer enormes y finísimas pizzas o las más frescas de las pastas, en cualquier parte del mundo.