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Llega a España el no va más de los supermercados: pagar por hacer la compra

Costco es una marca de moda en la prensa en la última semana. La reciente apertura de una megatienda en Madrid ha puesto -casi -al alcance de cualquiera productos de grandes marcas a precio de fábrica. ¿Qué es lo que hace a Costco diferente y a qué viene tanto ruido?

Para empezar, hablamos de ‘casi’ porque para poder entrar en la tienda de Costco hay que hacerse un carné y pagar 36 euros anuales. Algo bastante sorprendente para un país donde las cadenas de supermercados no paran de hacer promociones para animar a los consumidores a salir de compras y generar un poco de movimiento en la economía.

Costco es un gigante de la distribución, en realidad, el segundo a nivel mundial y su sistema de comercialización de productos es muy distinto de cualquier otro. Por si fuera poco, suman un gancho definitivo: gasóil a 0,888 euros el litro, probablemente uno de los precios más baratos del país.

La cadena americana combina dos conceptos novedosos: la venta de artículos en grandes lotes y la obligación de pasar por caja para poder comprar. La primera les ayuda a tener un precio más reducido. Los grandes tamaños son una fórmula muy utilizada en Estados Unidos para conseguir ahorro por razones socio-demográficas, aunque en España estemos poco habituados a verlo salvo en casos aislados como el de Makro, la cadena alemana de venta a restaurantes y profesionales.

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[También de interés: Los números alarman: así aplastan los supermercados a las tiendas de barrio]

Foto: Bob With, Wikimedia Commons

El segundo factor de sorpresa es el requisito de hacerse el carnet de socio para comprar y pagar una tarifa anual de 36 euros (los profesionales, 30€). Disuade a compradores pequeños y evitar que las tiendas y el aparcamiento se llenen de personas que van a gastar poco. La empresa asegura que ese pago se recupera con las primeras compras, gracias a sus precios bajos, pero lo cierto es que el modelo de negocio tiene algunos condicionantes cuya aportación al ahorro es dudosa.

En primer lugar, una vez que hemos abonado la cuota, nos vemos obligados a hacer la mayor parte de nuestras compras en ese supermercado para amortizarla. Nos obligaremos también a emplear tiempo y dinero en desplazarnos y quien sabe si, al entrar buscando el pan del día, no saldremos con un carrito lleno de las mil cosas que -por obra del marketing -hemos encontrado por el camino.

Pero es que además en Costco sólo podremos comprar grandes cantidades y, por por hoy, ¿quién va a hacer la compra de la semana pensando en cargar con 20 kilos de arroz, otros tantos de azúcar y otros tantos de macarrones, cuando la mayor parte de la familia (de media, una familia tradicional la forman 3-4 personas) come fuera de casa? El problema se agranda si nos planteamos almacenar grandes cantidades de productos frescos. ¿Dónde metemos un cajón de pollos o de boquerones?

El nuevo Costco de Getafe no es el primero de España ni será el último. La empresa ya abrió un centro en Sevilla el año pasado y ha anunciado planes ambiciosos para expandir sus megatiendas por España y el resto de Europa. Los precios bajos son un buen atractivo y para eso basta ver que 80 millones de socios pagan sus cuotas anuales por el privilegio de comprar en alguno de los 682 centros que Costco tiene en todo el mundo.

Productos “prácticamente a precios de fábrica”, ahorro, calidad y filosofía low cost son los algoritmos del modelo Costco. Sus estanterías son tan austeras como las de un almacén industrial y no invierten en publicidad, decoración ni mobiliario. Invitan a comprar rápido y marcharse, dejando espacio libre para otros compradores. Quien quiera pasar la tarde del viernes en el centro comercial, que busque otro sitio.

La prueba para Costco llegará en el momento de hacer recuento de socios e ingresos. Ahí se verá si el modelo de bajo coste acierta con los gustos de los españoles o si, como dicen otros, compramos y comemos con los ojos.

IDNet Noticias