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El boicot de Boots Riley a Coca Cola y otros casos. ¿Están las marcas en el punto de mira de los famosos?

The Coup, el grupo musical que lidera Boots Riley, ha vetado a la marca de refrescos Coca Cola por su política de despidos en España. Riley se ha reunido esta semana con los trabajadores de Coca-Cola de Madrid, les ha mostrado públicamente su solidaridad y ha pedido a las salas musicales que no sirvan Coca-Cola durante sus conciertos. “Si alguien quiere beber whisky que se lo tome a palo seco”.

El polémico vocalista y miembro del movimiento ‘Occupy Wall Street’ es conocido por su defensa de los derechos afroamericanos en Estados Unidos y su activismo en la lucha por los derechos laborales, educativos y sanitarios.

No es un caso aislado. El movimiento de solidaridad con Palestina BDS inició hace unos meses una campaña de boicot contra los productos israelíes, invitando a los consumidores a no comprarlos como acto de protesta. En su web publican una lista de marcas que aconsejan no comprar por su vinculación a Israel, tales como Jaffa, Mehadrin, EDOM, Hadiklaim, Jordan, Jaffa, King Salomon y Carmel, las patatas Lázaro (LZR) que se vendían en supermercados españoles, la farmaceútica Teva, Jordan River o Alesia, que a veces se encuentran en supermercados como Ahorramas o Consum.

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El boicot a Israel viene de lejos. Hace unos años el músico británico Elvis Costello canceló los conciertos que tenía previsto ofrecer en Israel en protesta por su política hacia los palestinos. En esa línea han actuado también otros famosos como el guitarrista Santana, el músico Gil Scott-Heron o la cantante y actriz francesa Vanessa Paradis. En este último caso, los organizadores anularon la actuación pocos días antes aludiendo a “imperativos profesionales de la artista”.

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Hace menos de un año, varios colectivos de gays y lesbianas iniciaron una campaña local para boicotear al exclusivo Hotel Beverly Hills, del grupo inversor Dorchester. Su propietario es el Sultán de Brunei, un país donde la homosexualidad puede llegar a castigarse con pena de muerte. Aunque desde el hotel creyeron que la protesta estaba controlada, se desbordó cuando periodistas de televisión, famosos y personalidades del mundo económico se unieron a la causa en redes sociales y actos públicos, dado visibilidad al asunto ante millones de personas.

Recientemente la política volvió a jugarle una mala pasada al sultán de Brunei. Su cadena Dorchester –dueña también de hoteles tan emblemáticos y exclusivos como Le Meurice y el Plaza Athenee de Paris –sufrió el boicot de decenas de celebridades que acostumbraban a hospedarse en sus hoteles en protesta por implantar en Brunei la ley islámica (la sharia). Esta ley, que rige en los países más ortodoxos, incluye la muerte por apedreamiento en caso de sospecha de adulterio y homosexualidad o la prisión para mujeres embarazadas fuera del matrimonio.

En el otro extremo, abogados antiabortistas y activistas pro-vida han puesto en marcha su artillería contra el inminente lanzamiento de la próxima campaña de Pepsi, a la que acusan de usar células derivadas de fetos abortados para investigar mejoras del sabor de sus productos. La colaboración entre Pepsico y la farmacéutica Senomyx tiene el visto bueno de la Comisión de Seguridad (SEC) americana.

Quizá sea arriesgado pensar que los famosos ‘vigilan’ a las marcas, pero sí parece que cada vez más personajes públicos asumen que tienen un compromiso con la sociedad más allá de su labor artística y muchos están encantados de ejercerlo. Si estamos de acuerdo o no con los casos que apoyan es otra historia.