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La otra cara de la moneda

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Las renuncias de los herederos a cobrar lo que les corresponde tras la muerte de padres, tíos y otros benefactores se han triplicado durante estos años de crisis económica y alcanzan ya cifras récord. De hecho, en 2015 hasta 37.623 personas renunciaron a recoger estos beneficios, dejando que el dinero fuera a engrosar las arcas públicas, lo que supone una media de 3.135 renuncias mensuales. El caso sigue en ascenso, con 24.827 expedientes contabilizados hasta finales de agosto, según datos provisionales del Consejo General del Notariado. ¿Cómo se explica este supuesto desinterés por heredar, cuando la crisis sigue sacudiendo los bolsillos de los particulares?

Los españoles temen que aceptar una herencia les salga caro, y no les falta razón. Si las deudas del finado superan el patrimonio que ha dejado o no pueden pagar los impuestos, los herederos tendrán que poner dinero de su bolsillo.

Aunque la Constitución proclama que todos los españoles somos iguales ante la ley… esto no parece tan claro cuando toca pagar a Hacienda. Pocos impuestos generan un sentimiento tan grande de agravio como el de Sucesiones y Donaciones (lo que se paga por aceptar la herencia de un familiar difunto y recibir dinero de un pariente vivo), que puede multiplicarse según en qué región vivas. De hecho, la diferencia llega a ser tan grande que algunos herederos incluso cambian de lugar de residencia a la hora de heredar para ahorrarse un dinero.

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La diferencia de una región a otra puede ser de varios miles de euros porque este tributo está cedido por el Estado a las autonomías y cada una lo gestiona a su gusto. Andalucía es una de las comunidades autónomas peor paradas. El Gobierno regional ha aprovechado su capacidad normativa para aplicar una factura fiscal superior al del resto. Así, por ejemplo, un hijo soltero mayor de 21 años que hereda de sus padres bienes estimados en 800.000 euros, de los que 200.000 corresponden al valor de la vivienda habitual, deberá pagar a la Consejería de Hacienda 164.049 euros en Andalucía, cien veces más que si viviera en Madrid, en cuyo caso deberá pagar 1.586 euros.

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El quebranto económico es tal que, en ocasiones, los herederos se ven en la necesidad de vender los bienes recibidos para cumplir con el fisco. Esta situación, aparte de producir disputas entre los hijos (que no siempre quieren hacer lo mismo con la herencia recibida), ha dado lugar al florecimiento de un tipo de oportunista que busca gangas en el mercado.

Ante esta situación, muchos herederos prefieren renunciar para evitarse líos. Y los gestores de las arcas públicas, encantados. Una salida sencilla, pero poco inteligente. Los herederos deberían saber que tanto la aceptación de la herencia como la renuncia son irrevocables. Al encontrarse en la tesitura de si aceptar les saldrá a cuenta, lo primero que conviene a los herederos es hacer unas cuentas sencillas, ver la liquidez y las cargas hipotecarias de lo que se va a heredar y comprobar si serán capaces de ponerse de acuerdo sobre qué hacer con lo heredado. En segundo lugar, enterarse de cuál es el impuesto de Sucesiones y Donaciones en su autonomía.

Recordar además que se puede aceptar una herencia de dos maneras distintas: pura y simplemente o a beneficio de inventario. Esta segunda formula evita la confusión de los patrimonios del fallecido y del heredero, de manera que éste sólo responderá de las deudas de la herencia con los bienes que reciba por ella, quedando sus bienes al margen de posibles deudas ‘heredadas’.

Una solución sencilla y sensata, pero bastante desconocida. Habría que preguntarse el porqué.

IDNet Noticias