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Cataluña y su ‘corralito’: cómo sobreviven otros países de Europa sin depender de la UE

Llegado el clímax de la campaña electoral de las elecciones de Cataluña en las que el convocante plantea los comicios como un sí o un no a seguir en España, las cuestiones económicas acaparan el centro de la polémica.

Se han puesto sobre la mesa asuntos trascendentales, básicamente, que si esa improbable secesión se llevara a cabo, provocaría la salida inmediata de Cataluña de la UE siguiendo la letra de los tratados y la presión de otros estados temerosos de que haya efecto contagio. También está encima de la mesa algo más grave: la necesidad de que tenga que implantarse o no un corralito, o control de los flujos de dinero de los catalanes.

La salida de la Unión parece irreversible en ese escenario y por tanto surge la pregunta inmediata: cómo se las apañaría Cataluña para buscarse la vida en ese contexto. Difícilmente, la verdad, y para analizarlo no queda más remedio que comparar con la situación d otros países europeos occidentales que están fuera de la UE, como Suiza, Noruega o Islandia. En primer lugar, estos países han rechazado abiertamente pertenecer a la Unión mientras que el actual inquilino de la Generalitat quiere seguir en ella pero es la Unión la que anuncia su expulsión para que se ponga luego al final de la cola de países en proceso de admisión.

Y esos tres países citados disponen de unas fuentes de riqueza claramente ajenas al tráfico mercantil con otros socios de la Unión. Noruega es rica gracias a su petróleo, Suiza se beneficia de su condición de refugio financiero que acoge el patrimonio de miles de ricos y millonarios gracias a su famoso secreto bancario, e Islandia, siempre ha vivido de sus recursos naturales y de sus atractivos turísticos.

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[También de interés: Cataluña, líder en bajadas de salarios y Madrid en subidas]

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Para beneficiarse económicamente de la actividad y riqueza que genera la Unión, estos países y la propia UE han creado el Espacio Económico Europeo (EEE), un pacto que permite la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales entre los países que lo forman.

Se puede ir incluso más allá y sumarse al Espacio Schengen, que permite la libre circulación de personas y bienes entre los estados firmantes como si de un mismo país se tratase. Un acuerdo que ahora está amenazado por la crisis de los refugiados. De este especio forman parte la mayoría de estados de la UE, y Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza. Suiza por ejemplo no forma parte del EEE y ha optado por firmar acuerdos bilaterales con la UE.

Pero el ser un país satélite de la UE y no un miembro de pleno derecho supone que te quedas fuera de las generosas ayudas que da la Unión a ciertos sectores y políticas de desarrollo, como las subvenciones agrícolas, las ayudas a la formación, a la inversión en infraestructuras y al desarrollo regional, entre otras. Y tampoco se participa en el núcleo de decisió política que supone la Unión, la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo y por tanto tampoco se participa en la elaboración de la legislación europea que regula cientos de asuntos.

En el caso de Cataluña, su economía se sustenta en su interacción con el resto de España, a la que desde siempre ha vendido de todo, y con los países de Europa. En concreto, las ventas de bienes y servicios de empresas catalanas al resto del país superan a las exportaciones que hacen al resto del mundo, y los ingresos procedentes de las ventas en otras comunidades autónomas representan el 30 por ciento de su riqueza, según un informe de Convivencia Cívica Catalana publica, entidad contraria a la independencia.

13 de los 23 mercados donde las compañías catalanas venden más de 1.000 millones de euros son comunidades autónomas españolas, y a medio plazo, con una situación de “mayor estabilidad y recuperación de la economía española”, la proporción de ventas al resto de España respecto al extranjero podría aumentar, según este estudio.

En sentido contrario, está por ver si una hipotética independencia minaría todo ese negocio. En un horizonte de una Cataluña fuera de España y de la UE, tendría que negociar esa posible incorporación al EEE para evitar probables recargos arancelarios sobre sus productos. Otra amenaza son las eventuales represalias que pudiera haber por parte de los consumidores españoles.

Aparte de este problema, se vislumbra otro incluso más grave, la salida del euro y la amenaza de un posible corralito, según la advertencia del Gobernador del Banco de España, que el lunes lanzaba la piedra y el miércoles escondía de algún modo la mano al decir que es un supuesto que puede ocurrir pero que es casi imposible.

Es difícil prever lo que ocurra, ya que los corralitos no los provoca ningún poder interno o externo sino que son los propios ciudadanos de un país, ante el miedo o falta de confianza a una determinada situación lo que retirando sus ahorros en masa provocan que el gobierno tenga que decretar controles de capitales y corralitos a los ahorros.

Así pasó en Argentina y en Grecia, donde el corralito se habría decretado mucho antes si el BCE no hubiera estado durante años inyectando liquidez a los bancos griegos cubriendo así la salida de depósitos. Y asi paso al día siguiente en el que Argentina se quedó sin reservas de divisas para poder cubrir a su sistema financiero d las salidas de depósitos. O fijémonos en lo que pasa en Venezuela con los dólares que el país retiene y con el valor del bolívar, totalmente ficticio. En fin, que sólo cabe esperar que el sentido común, la inteligencia colectiva y la lealtad se hagan paso para evitar el mayor desatino catalán de la Historia.


IDNet Noticias
@jorcha