Qué ocurre cuando haces creer en un taxi que solo los gays escuchan la emisora de radio

Seguro que conoces el cuento del traje nuevo del emperador: unos charlatanes le hicieron creer que podían fabricar un traje de una tela maravillosa, invisible para los estúpidos. El emperador, por no reconocer que no podía ver la tela, se puso la inexistente prenda y salió a desfilar a la calle. Nadie confesaba no ver el traje por miedo a ser considerado un estúpido, hasta que finalmente un niño, con toda su inocencia, exclamó la verdad: “¡Pero si va desnudo!”.

Aunque parezca increíble, una versión muy parecida de este cuento ha ocurrido de verdad en Brasil. No son unos estafadores los que han montado la broma, sino una comunidad que lucha por los derechos de los homosexuales y que ha hecho creer a muchos ingenuos que existe una frecuencia sonora que solo los gays pueden oír… ¡y la gente ha picado!

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La genial broma se organizó en colaboración con una emisora de radio y se puso en práctica en el interior de un taxi equipado con cámaras ocultas. Cuando el pasajero estaba instalado, en la radio decían que un equipo de investigación había descubierto una frecuencia inaudible para los heterosexuales y anunciaban que a continuación iban a emitir una melodía en dicha frecuencia y que no se extrañasen los oyentes si les parecía que la radio se quedaba muda durante unos momentos.

Por supuesto, la música que se emitía era perfectamente normal y bien audible para cualquiera, pero cuando el conductor les preguntaba a los pasajeros si oían algo, las reacciones fueron de lo más dispar. La mayoría se hacían los suecos y negaban estar oyendo nada. El único ser racional del vídeo es un señor que le dice al conductor: “usted debe estar sordo, porque yo lo estoy oyendo muy bien…”.

Al finalizar la música, el locutor de la radio confirma que por supuesto no existe una frecuencia gay. Todos los que habían dicho que no oían nada se quedan de piedra y con sus prejuicios al descubierto. Brillante.

Tras esta iniciativa, llevada a cabo con un exquisito sentido del humor, hay una realidad alarmante. En Brasil, un homosexual muere cada 27 horas víctima de la violencia homófoba. Una cifra escandalosa que ya no sorprende tanto cuando vemos que hay gente capaz de negar la evidencia (que hay música sonando) por miedo a que un taxista que ni siquiera conocen pueda pensar que son gays. Y es que, donde mandan los prejuicios, no manda el sentido común.