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Mi hijo sufre ciberacoso en las redes sociales: ¿Qué hago?

Pautas a seguir bajo el consejo de un psicólogo

Alberto se comporta de manera extraña desde hace unos meses. Está más esquivo, más aislado; se encierra habitualmente en su habitación y se ha vuelto susceptible. No quiere ir al instituto y, la semana pasada, uno de sus profesores de 3ª de ESO se sorprendió cuando el chaval rompió a llorar en clase, después de contestar agresivamente al docente. El caso de Alberto podría responder a muchas cosas; podría tener mal de amores; podría tener problemas en casa. En realidad, Alberto sufre ciberacoso.

Este caso, totalmente ficticio, puede ser perfectamente la radiografía de los síntomas que muchos adolescentes (en España un 37% de los menores, según un estudio reciente de Microsoft) sufren como consecuencia de insultos, presiones y otros ataques personales de amigos, ex amigos, compañeros de clase, o ex parejas a través de Internet, principalmente de portales como Facebook, Twitter, Tuenti o WhatsApp. La actividad y el tráfico aumenta día a día y a edades cada vez más tempranas; los abusos, en consecuencia, también. Esta es, básicamente, la descripción del cyberbullying.

¿Cómo lo puedo detectar?


“Depende mucho del caso; puede descubrirse en casa, pero hoy en día muchos padres no pueden prestar un 100% de atención a sus hijos y son los profesores los que se enteran del problema”, asegura Elena Sánchez, psicóloga forense y mediadora de la asociación del menor ASHRAM. Lleva un año trabajando con este tipo de casos, aunque conoce el comportamiento de los menores al dedillo, después de trabajar con adolescentes conflictivos en la prisión de Alcalá Meco. Según su experiencia, descubrir un ciberacoso no es siempre tan sencillo: “los amigos de la víctima hacen a veces la vista gorda por miedo a que les señalen como chivatos, mientras que hay padres que le restan importancia al problema; otros, en cambio, se alarman demasiado”, describe Sánchez.

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¿Cómo se trata?
Según la psicóloga, siempre que se sospeche de la existencia de un ciberacoso, lo más importante es evaluar a la supuesta víctima cuanto antes y a través de un especialista. Generalmente, hablamos de un adolescente de entre 12 y 18 años. A partir de ahí, una vez confirmado el problema, hay que tratarlo, probablemente el punto más complicado, puesto que el ciberacoso implica a una víctima, a un agresor y a los padres de ambos. “Lo ideal es juntar a las familias y mediar entre ambas, aunque no siempre es posible”, confiesa Sánchez, en referencia a los casos más graves en los que es necesaria la intervención de un abogado. “Todo depende de lo que necesite la víctima: a veces le vale con un perdón, otras quiere perder de vista al agresor, o simplemente que le deje en paz”, ilustra la psicóloga.

¿Quedan secuelas?
La terapia, a raíz de la experiencia de Elena, varía en función de la gravedad y la profundidad del ciberacoso: “la víctima, conforme el problema va a más, se aísla progresivamente y su desesperación puede llegar al trágico punto del suicidio; no obstante, este fatal desenlace apenas se produce”, subraya, mientras establece las posibles consecuencias del problema. “En psicología nada es matemático y depende de la personalidad de cada uno; hay adolescentes que no reciben terapia y lo superan sin problemas, mientras que también hay otros que, en cambio, sí son tratados y aún así sufren las secuelas más adelante”, compara.

¿Cómo se puede evitar?

El avance de las redes sociales ha generado muchas veces debate entre la opinión pública sobre la necesidad o no de una legislación más restrictiva con los contenidos de las redes sociales que permiten el acceso a menores de 18 años. Aquí Sánchez lo tiene claro: “Prohibir no tiene sentido, los adultos no podemos controlar las redes sociales, los contenidos son los que son y a las empresas les da igual; además los menores no pueden vivir ajenos a ellas y las necesitan para sentirse identificados con un grupo”. ¿Cuál es, entonces, la alternativa? “Sin duda, la información y el control parental son la clave para educar a los menores, tanto en casa como en el colegio o en el instituto.

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