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Los tres mayores 'enemigos' para ser autónomo

Ser autónomo es una aventura apasionante pero en la que se afrontan muchas dificultades. Al margen de la crisis en sí misma, que puede considerarse el principal obstáculo para desarrollar esta actividad sea cual sea el sector en el que operemos, los tres grandes enemigos a que se enfrenta este tipo de emprendedor son: la morosidad, la falta de financiación y los impuestos, sobre todo el IVA.

LA MOROSIDAD
Ni las empresas privadas ni la administración cumplen los plazos de pago fijados en la ley. En concreto, el 68 % de los contratos de las empresas españolas prevén plazos de pago a sus proveedores por encima de los 60 días de límite que marca la ley actual, según denuncia la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad. El Gobierno ha asegurado que prepara medidas para habilitará un "régimen sancionador" para estos casos, aunque no ha precisado la cuantía de las sanciones. El ejecutivo sostiene que al igual que en el caso de las administraciones, no permitirá a las grandes empresas, entre ellas a las cotizadas, que recurran "al aplazamiento del pago a proveedores para financiarse". Para paliar este problema, el autónomo puede recurrir a los seguros de impago.

LA FALTA DE FINANCIACIÓN
El acceso a la financiación sigue siendo uno de los principales problemas de las pymes y autónomos españoles. En concreto, según un estudio realizado por el BCE entre octubre y marzo, el 18% de los encuestados lo considera su principal problema, frente a un porcentaje del 14% en las pymes de la eurozona. A pesar de este mal dato, la situación ha mejorado, ya que en la anterior encuesta del BCE el porcentaje era del 23% en España. Además, el exceso de gastos financieros sigue siendo uno de los factores que lastra la recuperación de la rentabilidad de las empresas.

Así, la diferencia entre el porcentaje de pymes españolas que considera que los costes financieros han aumentado y el que declara que han disminuido es de 21 puntos porcentuales, frente a 12 puntos porcentuales en la eurozona. El 10% de las pymes españolas ve rechazada su petición de préstamo bancario y un 5% ni siquiera lo solicita por miedo al rechazo. No obstante, estos porcentajes han caído en la última encuesta y se sitúan ligeramente por debajo de la media de las pymes de la eurozona (11% y 6%, respectivamente).

Otro dolor de cabeza, en los casos que se consigue financiación, es el coste. Frente a un 18% de pymes españolas que considera que el tipo de interés del préstamo ha caído, un 49% opina que ha aumentado, siendo el porcentaje neto de respuesta de 31 puntos porcentuales, mucho más elevado en comparación con los 9 puntos porcentuales de las pymes europeas.

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La situación es especialmente preocupante en las micro empresas, donde en España el porcentaje neto de respuestas es 41 puntos porcentuales.

LA PESADILLA DEL IVA
Hasta hace unos meses era obligatorio pagar este impuesto a Hacienda en el trimestre que se generaba la factura. Se hubiera cobrado esta o no. Es decir que los autónomos y las empresas financian al Estado con un dinero que tienen que adelantar aunque no lo hayan cobrado. Con la Ley de Emprendedores se ha implantado el tantas veces reclamado IVA de caja, es decir, el que se paga cuando realmente se cobra.

Pero ojo, que no está siendo operativo y muy pocas empresas se están pudiendo acoger a él ante los complicados requisitos que exige el Estado. Hacienda anunció en su momento que 1,3 millones de autónomos y un millón de pymes podrían acogerse al nuevo régimen de IVA. Así, los potenciales beneficiarios ascendían 2,3 millones. Pero solo 21.569 contribuyentes se han adherido al tan anhelado criterio de caja. Equivalen al 0,9% del total y se distribuyen en 11.184 trabajadores por cuenta propia y 10.385 pequeñas y medianas empresas.

El problema es que una empresa no deberá pagar el IVA hasta cobrar la factura –esta es la parte positiva–, pero tampoco podrá deducirse el impuesto hasta que haya pagado. Las compañías deben analizar su estructura de ingresos y gastos para determinar si le beneficia el régimen de IVA de caja. Muchas empresas grandes no quieren aplicar este sistema porque no pueden deducirse el IVA hasta que pagan y están acostumbradas a descontárselo antes de pagar su deuda comercial. Es decir, que se están financiando a costa de los proveedores.

El nuevo IVA de caja también genera gastos de gestión al obligar a actualizar el software de las empresas. Así, grandes compañías han presionado –incluso amenazado- a sus pequeños proveedores para que no se acogieran al régimen de IVA de caja. El miedo a perder clientes explica que muchas pymes hayan optado por mantenerse en el sistema tradicional.