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Los jóvenes que se hacen de oro con tarjetas regalo desechadas

"Las tarjetas de regalo son el nuevo oro", dice Elliot Bohm, el CEO de 33 años y cofundador de CardCash.com, una empresa de Lakewood, New Jersey que recaudó 56 millones de dólares el año pasado con la compra y reventa de las tarjetas de regalo que nadie quería. "Este negocio es más grande que el oro", añade el otro fundador y amigo de toda la vida, Marc Ackerman, de 31 años.

Pero, al igual que el oro, debe ser extraído y procesado. Esta operación es en gran parte electrónica aunque requiere también muchas horas de trabajo manual, como hace Amazon. Los dos judíos ortodoxos de Brooklyn lanzaron su empresa en 2008, durante el hundimiento económico provocado por la recesión, según cuenta la web de Forbes. Se dedicaban a la compra de tarjetas online de otras personas en línea por unos dólares menos de su valor de mercado para luego venderlas con el consiguiente margen.

Hoy en día, ese diferencial se calcula en el 8% y CardCash va camino de recaudar 120 millones a final de año y con un montón de espacio para crecer. Este año los consumidores gastarán 79.000 millones en regalos electrónicos y en las llamadas tarjetas de regalo de circuito cerrado (emitidas por tiendas y restaurantes para su uso exclusivo en ellos), según CEB Tower Group.

El uso de tarjetas digitales y correos de regalos debería duplicarse en los próximos tres años, pero están aún lejos de lo que mueven sus hermanas físicas, las cuales requieren trabajadores para organizar, vender y enviar.

Elliot Bohm y Marc Ackerman
Elliot Bohm y Marc Ackerman

LA IDEA QUE LES LLEVÓ AL ÉXITO

Fue en unas  vacaciones, cuando los dos amigos de la infancia se encontraron con puñados de tarjetas de regalo no deseadas. Intentaron venderlas, pero descubrieron que los sitios de tarjetas de segunda mano eran escasos y poco fiables en Internet así que decidieron construir su propia tienda. "Nuestra familia nos decía: <<Tendréis que vender 60.000 dólares en tarjetas de regalo para ganar 3.000 o 4.000>>'" recuerda Ackerman. Hoy en día pueden vender eso en cuestión de minutos.

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La suma del dinero de la boda de Bohm y de las ganancias en bolsa de Ackerman les permitió juntar 24.000 dólares, con los que construyeron un sitio web y dedicaron el resto a la compra de tarjetas de regalo a través de Internet. Trabajaban 18 horas al día en el sótano de Bohm. El dinero era un dolor de cabeza constante. CardCash no podía rechazar nuevas tarjetas, tenía que tener inventario, y para hacerse con nuevas tarjetas necesitaba dinero. Para mantener el negocio en marcha vendieron un nombre de dominio a una agencia europea de alquiler de coches, embolsándose 110.000 dólares. Más tarde recurrieron a préstamos de amigos y familiares por 3 millones de dólares.

Para dar un salto de tamaño, CardCash contrató a 40 operadores en un call center en Utah para atender consultas de los clientes. El primer año la empresa recaudó 1 millón de dólares. El segundo año los ingresos se triplicaron. Hoy en día son 100 empleados, incluyendo 80 en Lakewood, y más o menos una docena de programadores distribuidos entre Tel Aviv, Israel; Gurgaon, India; y Ho Chi Minh City, Vietnam.

Pantallazo de la web de CardCash.com
Pantallazo de la web de CardCash.com

En mayo CardCash intercambió parte de su capital para comprar uno de sus principales rivales, Plastic Jungle, de InComm, que ofrece productos y servicios de prepago. Se hicieron con la base de clientes y los bits de la tecnología, pero no con empleados. “Plastic Jungle fue nuestra mayor preocupación al principio", dice Bohm. Plastic Jungle levantó 26 millones de dólares aportados por Citi Ventures y Bay Partners. También llamó la atención de los medios de comunicación. "¿Cómo iban los chicos pequeños de Jersey a hacerse cargo de esa compañía de Silicon Valley que tiene tanto dinero?", se pregunta Bohm.

La respuesta es un mejor modelo de negocio y mejores sistemas de seguridad. Plastic Jungle inicialmente operaba como eBay, nunca tomaba posesión de las tarjetas. CardCash, por el contrario, es un intermediario activo, dedicado a la compra de inventario, a depurar el stock y a verificar el valor de las tarjetas.

"Cuando los estafadores roban tarjetas de crédito, lo primero que hacen es tratar de obtener beneficio económicos de ellas", dice el ex CEO de Plastic Jungle Daniel Rogers, que admite que los problemas de seguridad castigaron a su empresa. Ahora CardCash utiliza programas antifraude de reconocimiento de huellas digitales y tecnología para reconocer a los usuarios sospechosos. También recoge datos de la transacción, que son revisados cada día por un equipo que investiga los picos en la actividad de ciertos compradores, vendedores o minoristas, o cualquier irregularidad.

En noviembre de 2013 CardCash recibió una inyección de 6 millones de dólares de Guggenheim Partners, valorando la compañía en unos 40 millones. Una buena parte de ese dinero se ha gastado en marketing digital, televisión y radio. El dinero debe permitir ejecutar sus planes para crear una plataforma de compra que con un solo clic permite a los clientes a utilizar los dispositivos móviles para adquirir, por ejemplo, tarjetas de regalo de Starbucks mientras están en la cola para tomar un café con leche. El año próximo prevé automatizar parte del trabajo de los operarios con un sistema electrónico de búsqueda y de cintas transportadoras a medida. Los fundadores todavía poseen el 70% de la empresa. Su referencia es StubHub, comprada por eBay por 310 millones en 2007 "Nos encantaría una salida de CardCash de ese tipo", afirma Bohm.