El oro de España, protegido tras una puerta de 16 toneladas
Enterrado a 36 metros de profundidad bajo la madrileña plaza de Cibeles, recubierto por una impenetrable cámara de seguridad y separado del mundo por tres enormes puertas de acero se encuentra el tesoro mejor guardado de nuestro país: las reservas de oro del Banco de España.
Aunque no hay datos oficiales sobre la cantidad de metal precioso depositado en esta cámara de seguridad, lo que sí se sabe es que sumando el oro en suelo español y el que está en el extranjero, nuestro país posee en la actualidad 283 toneladas de oro, que tendrían un valor de mercado cercano a los 12.000 millones de euros.
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Pese a lo jugoso del botín, los responsables de la cámara acorazada aseguran que nunca ha existido un intento de robo, ni siquiera uno. Si saltaran las alarmas, las puertas de acero se cerrarían automáticamente, los pasillos quedarían sellados y toda la zona se inundaría gracias a las conducciones de aguas subterráneas que surten a la fuente de donde el Real Madrid celebra sus triunfos.
Una obra de 16 millones de euros
A la caja fuerte del Banco de España se accede mediante un ascensor fortificado que desciende por un túnel vertical. Para entrar a la cámara acorazada son necesarias tres llaves. Además, hay que traspasar dos puertas con un puente retráctil y un foso antes de llegar a la última frontera que nos separa de la sala del tesoro: una impresionante puerta de acero macizo y 16 toneladas de peso, fabricada en Pensilvania (Estados Unidos).
La sala acorazada más inexpugnable de nuestro país se comenzó a construir en los años 30 del pasado siglo. Más de 260 personas trabajaron día y noche para concluir la obra a tiempo. Extrajeron 22.000 metros cúbicos de tierra en una construcción que costó 9,5 millones de pesetas de la época, lo que al cambio actual serían casi 16 millones de euros.
La cámara, parecida en su diseño a la de la sede de la Caja de Ahorros de Viena, se inauguró en un mal año, 1936, tras resolver el problema del agua subterránea común en Madrid, que provocó el colapso de los taludes en alguna ocasión, y no se comenzó a utilizar hasta después de la guerra. De hecho, entre 1936 y 1939 dos familias vivieron allí e incluso un bebé nació en su interior.